Artículo del presidente de la Xunta con motivo del Día de Galicia

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Santiago de Compostela, 25 de julio de 2019.

Galicia, camino y destino

En ocasiones los poetas tienen una especial lucidez para plasmar en forma literaria un estado de ánimo que ningún estudioso de las dinámicas sociales es capaz de traducir. Es lo que sucede con aquellos versos amargos de Salvador García Bodaño en los que nuestro bardo se queja de que Galicia es un país “donde todo está por venir y no llega”. Esperanzas convertidas en lástimas, ilusiones que desfallecen y horizontes que se alejan, están resumidos en el melancólico poema. Los gallegos fuimos en efecto un pueblo de posibilidades frustradas, convencido a pesar de todo de que atesoraba energías inmensas que solo esperaban algo que las despertara.

En esta altura del siglo XXI aun hay cosas por venir pero también muchas otras que llegan y llegarán. Pasamos de ser un pueblo por el que transcurre la historia, a otro que escribe la historia todos los días con trazo firme. Esa transformación sin precedentes procede de la fuerza inmensa que proporciona en primer lugar la libertad que viene de la mano de la democracia y la autonomía.

Sobre esos dos pilares Galicia alza una sociedad y unas instituciones plurales, maduras y responsables. Nadie mejor que los gallegos sabe que el menosprecio del sistema democrático y autonómico, está impugnado por nuestra propia evolución política y social. Somos la prueba elocuente de que autonomía y democracia, las dos caras de la libertad de los gallegos, son causas directas del bienestar y la convivencia. Ni olvidamos aquel país desolado que retrataba el poeta, ni ignoramos que la herramienta de la libertad nos hace capaces de todo lo que nos propongamos juntos.

Los poetas son notarios de la vida espiritual de un pueblo, pero existe también un plebiscito en el que participan de forma espontánea los peregrinos y visitantes que van a celebrar con nosotros el Día grande de Galicia. Pocas comunidades celebran tan bien acompañadas su Santo Patrón, y pocas custodian una tradición como la jacobea que sirve de guía, sosiego e inspiración a gentes distintas y distantes que aquí se hacen semejantes y próximas. 

Entre las muchas aportaciones de los gallegos al acervo común está una variante del turismo que también está vinculado a valores y personas. En Galicia la gente no es un decorado que el viajero observe sin sentirlo. Galicia es una vivencia, un pórtico formado por hombres y mujeres que desean ofrecer lo mejor de su tierra, un abrazo intenso como la que el Apóstol recibe del peregrino.

Nos preguntamos qué ven en nosotros para que nuestro hogar se haya convertido en un destino predilecto, qué descubren en la convivencia con nuestra gente, qué sentimientos perdidos recuperan durante su estancia. Posiblemente vean en Galicia un país claramente diferenciado, orgulloso de ser diferente pero que no expresa la diferencia con recelo hacia nadie. La singularidad gallega no se siente amenazada sino enriquecida por el contacto con los ajenos, igual que sucedió durante los siglos que permaneció abierto el Camino de Santiago. Cada viajero de antaño y de hoy aporta un elemento más a la galleguidad, y lleva consigo en la maleta o en la mochila un trozo de nosotros que le permite decir que estuvo en Galicia y que además formó parte de ella.

Hay una manera gallega de ser distintos y un estilo gallego de preservar las tradiciones, patente en la permanente evolución del fenómeno jacobeo. Ser partícipe de él no exige requisitos excluyentes, ni someterse a un canon riguroso porque la cultura jacobea es respetuosa con los tiempos, los orígenes y las personas y tiende puentes de espiritualidad entre creyentes y escépticos. Junto a una devoción religiosa coexiste otra laica, haciendo posible que en la gran capital espiritual de Europa que es Compostela se den la mano mujeres y hombres que ven en Galicia un norte que no quieren perder.

Ese norte existe desde mucho tiempo atrás e inspiró a personas de todas las épocas, también de épocas convulsas en las que no era fácil mantener firme la esperanza. Aunque ningún tiempo pasado fue mejor, la España, la Europa y el mundo de nuestros días viven intensos momentos de cambio en los que aparecen nuevas encrucijadas que en ocasiones producen inquietud, desconcierto y controversia.

Hay algo que simboliza el ideal que una gran mayoría de españoles, europeos y ciudadanos del mundo anhelan conseguir: esa plaza del Obradoiro en la que desembocan visitantes y peregrinos que se sienten parte de un mismo sentimiento. Lo diverso unido por una misma emoción, inspirada por la belleza de una catedral que expresa la fabulosa capacidad del ser humano para trascender el tiempo.

La Galicia donde todo estaba por venir y no llegaba da paso a otra Galicia querida y respetada. Los gallegos descubren que son portadores de valores que cohesionan e incluso inspiran a los que andan en la búsqueda de respuestas a los desafíos del presente.

Galicia es el mejor camino; el mejor destino.


Alberto Núñez Feijóo
Presidente de la Xunta de Galicia

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