El terremoto chileno dejó tras de sí 432 fallecidos y un total de 2 millones de damnificados.

Después del terremoto, un fuerte tsunami, que los expertos consideraron como el segundo más grave en la historia del país y uno de los cinco mayores de la humanidad, impactó contra las costas de Chile. 21/4/2010

A las 3.30 de la mañana del sábado 27 de febrero de 2010 el sur de Chile se estremeció durante algo más de dos minutos y medio.

Las zonas más afectadas por el terremoto fueron las regiones chilenas de Valparaíso, el área Metropolitana de Santiago, O Higgins, La Araucanía, Maule y Biobío, donde vive cerca del 80% de la población del país. En estas dos últimas regiones el gobierno chileno las declaró «estado de excepción constitucional de catástrofe». El terremoto dejó tras de sí 432 fallecidos, unas 500 mil viviendas destrozadas y un total de 2 millones de damnificados en la peor tragedia natural vivida en Chile en más de 40 décadas.

Errores en la alerta
La presidenta Michelle Bachelet, en su primera aparición pública, descartó la posibilidad de que se produjera un tsunami e hizo una llamada de tranquilidad hacia la población. Estas declaraciones las habría realizado en base a un error en el diagnóstico de la situación por parte de la Armada, concretamente del Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada de Chile (SHOA). Pocos minutos después del sismo, una gran extensión de costa quedó devastada por olas de enormes dimensiones que se adentraron varios centenares de metros tierra adentro arrasando con gran parte de las estructuras costeras.

Este fuerte tsunami, que los expertos consideraron como el segundo más grave en la historia del país y uno de los cinco más fuertes de la humanidad, impactó contra las costas chilenas, destruyendo varias localidades ya devastadas por el impacto telúrico. En el archipiélago de Juan Fernández, por ejemplo, pese a no haberse sentido el sismo, las marejadas arrasaron con su único poblado, San Juan Bautista.

Unas horas después de la catástrofe, el gobierno chileno declinó aceptar en un primer momento ayuda internacional, aunque sí se agradecieron las muestras de apoyo que llegaban desde todas partes del mundo. El 1 de marzo, una vez confirmada la verdadera magnitud de la tragedia, el embajador chileno solicitó formalmente en Ginebra la ayuda de la ONU, el envío de equipos de dicho organismo para la evaluación de daños, así como asistencia para ayudar a las víctimas.

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