Intervención del presidente de la Xunta en el acto de entrega de las Medallas de Galicia 2017

Las Medallas de Galicia 2017 reconocieron a Miguel Ángel Blanco, Isabel Castelo D´Ortega, Aníbal Cavaco Silva y José Manuel Romay Beccaría.

Las Medallas de Galicia 2017 reconocieron a Miguel Ángel Blanco, Isabel Castelo D´Ortega, Aníbal Cavaco Silva y José Manuel Romay Beccaría
Las Medallas de Galicia 2017 reconocieron a Miguel Ángel Blanco, Isabel Castelo D´Ortega, Aníbal Cavaco Silva y José Manuel Romay Beccaría
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Santiago de Compostela, 24 de julio de 2017.

 

Autoridades presentes,
Señoras y señores:

Galicia celebra cada 25 de julio su fiesta de la unidad.

Es una conmemoración que hace patente a existencia de vínculos insuperables, no solamente entre los gallegos que conviven en el momento presente, sino también con todos aquellos que nos precedieron y nos legaron sueños que anhelamos realizar. Con todos los que nos dejaron, como los fallecidos en el terrible 24 de julio de hace cuatro años, los cuales seguimos teniendo presentes hoy y siempre. Y también con los gallegos del futuro, los que están por llegar.

Galicia es un país antiguo, que tiene aprendido, a través de innumerables avatares históricos, que la unidad es el tesoro más preciado. Cuesta ganarlo y cuesta recuperarlo cuando se pierde.

“Cualquier poder es endeble si no se fundamenta en la unión”. Estas palabras escritas hace cuatrocientos años por Jean de La Fontaine tienen un eco profético en la actualidad, cuando hay poder, estados y comunidades debilitados por la falta de unidad.

La busca de paraísos artificiales mina los consensos básicos de la sociedad, introduce en los pueblos conflictos innecesarios y provoca una merma de la calidad democrática.

Queriendo dar un paso adelante se dan muchos pasos atrás.

Pretendiendo reafirmar una identidad mal entendida se pierde esa cohesión en la que se fundamenta precisamente toda identidad.

En su primera alocución como presidente de la entonces República Checoslovaca, Vaclav Havel dijo que no había sido elegido para mentirle a los ciudadanos. Es algo que suscribe todo político cabal. Quizás ahora habría que añadir a esa inapelable afirmación que ningún dirigente político democrático fue elegido para dividir los ciudadanos, sino para fortalecer entre ellos los puentes por donde transita el diálogo.

No se trata de perseguir sociedades unánimes; libertad y unanimidad son incompatibles.

No se trata tampoco de uniformar comportamientos y opiniones, sino de encontrar y enriquecer ese común denominador que todos los pueblos tienen. E pluribus unum. El lema de los Estados Unidos puede convertirse en global. Vigorizar lo que une y esquivar lo que divide es la gran misión de los responsables políticos en los tiempos que nos tocó vivir.

Esa unión inapreciable está sustentada en valores culturales compartidos, y sobre todo en las leyes que surgen de la voluntad popular.

Benito Jerónimo Feijoo distinguía sabiamente el ‘patriotismo' que se inspira en las leyes, de esa modalidad de nacionalismo' ‘sustentado en historias míticas en las cuales no falta un enemigo, real o fabulado.

El benedcitino de O Pereiro de Aguiar abogaba por lo primero, pensando que el progreso y la estabilidad estarían así mejor garantizados. La historia le dio la razón.

Todos sabemos las consecuencias que se producen cuando el mundo oscila hacia el nacionalismo desaforado, y no ignoramos que el patriotismo legal y constitucional da forma a los estados más libres y avanzados.

Junto a la galleguidad que se nutre de la cultura, de la historia, del paisaje, hay otra que nace con la democracia y el autogobierno y que descansa en el marco constitucional y estatutario.

La Constitución Española y el Estatuto de Autonomía de Galicia son catedrales de una piedra diferente, hechas con la aportación de todos y capaces de acoger a todos. Si el Pórtico de la Gloria del Maestro Mateo simboliza la culminación de la ruta del peregrino, esos otros pórticos legales son hoy la culminación de la democracia gallega.

Señoras y señores. Ralf Dahrendorf señaló como principal característica de la democracia su capacidad de autorreformarse'. ‘Esa facultad que ningún otro sistema tiene, permite el irónico comentario de que la democracia ‘tiene los siglos contados'.

La reforma, el cambio y la evolución son inherentes a la democracia, pero exigen siempre perspectiva. Porque la política responsable no puede ser un mero desahogo, sino que tiene que valorar las consecuencias de las decisiones, no pensando en las próximas elecciones sino en las próximas generaciones.

Así, la estabilidad de la que disfruta el país gallego es consecuencia de políticas acertadas que se remontan a los albores del autogobierno y se perpetúan, con los matices partidarios inevitables, hasta hoy.

Nuestro camino pudo ser otro bien distinto, pero imperó en cada encrucijada la templanza de la sociedad.

La Galicia actual es un pueblo seguro de sí y de sus referencias; un pueblo que camina buscando una mayor y más justa integración en la España constitucional y en la Europa democrática. Fue la nuestra una revolución basada en la evolución, y en la que las gallegas y los gallegos no dejaron nunca de ser los principales protagonistas.

Siendo esta la fiesta mayor de la unidad es natural que galardonemos a los que se distinguieron por fomentarla desde sus responsabilidades públicas, los que trabajaron por ella con la herramienta de la solidaridad y también los que se convirtieron en un símbolo que convocó a su alrededor  a toda una nación.

 

Miguel Ángel Blanco fue asesinado porque era libre. Su divisa era la libertad y por eso sería señalado por los autores que pretendieron un genocidio de demócratas.

Con esa misma libertad que los asesinos no podían soportar, honramos en este día un ourensano víctima de un crimen que difícilmente admite olvido o perdón.

Frente a modernas rebeldías que no suponen riesgo o amenaza para sus autores, Miguel Ángel, y tantos como él, se rebelaron contra el terror, poniendo en peligro su vida; y la perdieron. En su nombre queremos resumir las biografías de todos los que cayeron defendiendo una España, un País Vasco, una Galicia, libres.

Gracias a su hermana, a sus padres, a los pueblos de Ermua y de A Merca, y a todas las familias de las víctimas del terrorismo, por mantener la dignidad de la democracia y confiar en el poder del Estado de Derecho.

 

Esta medalla de oro se viene a unir a los innumerables galardones recibidos por Isabel Castelo D'Ortega y Cortés.

Ninguna causa gallega le es ajena. La presidenta ejecutiva del Grupo Seguros Ocaso ayuda a discapacitados, colabora para paliar catástrofes como la del Prestige, contribuye a innumerables iniciativas científicas y culturales.

No siempre vive en Galicia, pero siempre mantiene firme su compromiso con Galicia. Por eso, no es que esta tierra se acuerde de usted, sino que es usted quien se acuerda de Galicia siempre: para ayudarla, para que sus impuestos repercutan en ella, y para disfrutarla cuando el trabajo lo permite.

Es ese compromiso social, económico y vital lo que hace que debamos de agradecerle su esfuerzo continuado para mantener la unidad de país que nos distingue.

 

El Portugal moderno que admiramos es consecuencia de políticas ideadas y aplicadas por hombres como Aníbal Cavaco Silva. Es un dirigente de dimensión europea que forma parte de la pléyade de mandatarios de Europa que saben ‘entender a los que hablan y comprender a los que callan'.

Aunque nació en el Algarve, lo sentimos muy cerca de la raia. Aníbal Cavaco hizo que la frontera nos uniera, interpretando el sentimiento espontáneo de portugueses y gallegos.

Nuestro agradecimiento se sustenta en una realidad cuantitativa evidente: su liderazgo como primer ministro y como presidente de la República lo convierte en el principal dirigente de la historia democrática de Portugal hasta el momento. Pero también se basa en hechos cualitativos de una gran importancia para nosotros: de su mano, la cooperación transfronteriza cobra un ánimo desconocido, se avanza en infraestructuras tan relevantes como la autopista Tui-Porto, o se hace realidad a presencia del gallego en la lusofonía.

No sería fácil encontrar un momento reciente de Galicia y de España que no contara con la presencia, expresa o tácita, de José Manuel Romay Beccaría. Esos momentos pueden distinguirse por la sobredosis oportuna de prudencia y moderación. Por la combinación de acción y reflexión. Ni la reflexión le impide actuar, ni la acción le hace rechazar la cercanía intelectual de los pensadores.

Por eso, comparece hoy aquí rodeado de amigos que fue incorporando a su pensamiento político. Los que encontró en libros, como Todorov, Bobbio, Dahrendorf, Sartori, Zakaria, Steiner o Popper. Pero también los que encontró entre sus paisanos de Betanzos, de las aldeas y ayuntamientos de la provincia de A Coruña, de Galicia y de España. Tierras todas ellas a las que sirvió con lealtad.

Más que una enumeración fría de cargos y responsabilidades, es preciso destacar toda una vida al servicio de Galicia y de España. Y que José Manuel Romay Beccaría pertenece a la categoría de políticos que se esfuerzan en aprovechar su experiencia con un magisterio sutil y respetuoso. Somos muchos los que, con éxito desigual, nos empeñamos por seguirlo.

Vicente Risco discutía con los que decían que Galicia era algo pequeño. “Galicia es un mundo”, replicaba nuestro pensador.

Galicia es un mundo porque está en el mundo y no deja que los cantos de sirena hagan variar su rumbo. Galicia se hace grande con la unidad.

Es la acumulación diaria de virtudes, muchas veces anónimas, la que determina la grandeza de nuestro país.

Nelson Mandela resumía la larga andadura de los pueblos en una frase que puede servir de colofón. “Después de escalar una montaña muy alta, descubrimos que hay muchas otras montañas por escalar”. Quedan muchas metas por superar pero esta Galicia unida puede verlas con confianza.

Muchas gracias.

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